Coeficiente de inteligencia y eugenismo


O los tests de inteligencia en las políticas de población

Muchos de quienes lean esto habrán pasado alguna vez, incluso sin ser conscientes, un test psicológico del tipo que desarrollaron Binet, Goddard, Yerkes o Terman. De hecho, todavía se estudia a estos autores como santos padres de la psicología. Pocos saben que el interés y notoriedad que alcanzaron estos tests (llamados de IQ, Coeficiente de Inteligencia) se debía a su utilidad como herramienta en ciertas políticas de población. El objetivo era mejorar la “calidad” poblacional, discriminando a las personas y clasificándolas en función de su mayor o menor conveniencia social y racial. De hecho fueron una de las principales herramientas del eugenismo en Estados Unidos para presionar a favor de leyes antiinmigratorias con la “ciencia” como respaldo. Y siguen de moda en la elite intelectual anglosajona.

Todo empezó en los primeros años del siglo XX, cuando Binet desarrolló en Francia un test y una escala de “edad mental” para escolares, para establecer qué alumnos necesitaban refuerzo. En 1908 Henry Goddard, psicólogo estadounidense preocupado por la degradación racial y ferviente eugenista, les encontró una aplicación muy distinta: demostrar la superioridad de la raza blanca.

Poco después el catedrático de Stanford, Lewis Terman, adaptó el test a las escuelas californianas, creando el conocido test de “Stanford-Binet”. Su utilidad era detectar a quienes de forma innata tienen una inteligencia inferior, para impedir después que empeorasen la calidad poblacional estadounidense reproduciéndose o llegando desde otros países. Estaba convencido, además, de que los “débiles mentales” eran delincuentes potenciales que convenía vigilar, y promovió las leyes de esterilización obligatoria aprobadas en la época.

El mayor impulso de estos tests vino de Robert Yerkes, presidente de la Asociación Psicológica Norteamericana, que los aplicó durante la primera guerra mundial como herramienta de selección de los reclutas para el ejército. Sus tests se pasaron a más de un millón de soldados, y sirvieron para demostrar “científicamente” lo que todo buen eugenista ya sabía; que la nueva inmigración europea, la del Este y el Sur, a diferencia de la primigenia norteeuropea, resultaba de inferior calidad racial.

El tipo de información así acopiado fue una de las armas esgrimidas por los restriccionistas y eugenistas para presionar por la aprobación de leyes antiinmigratorias que estableciesen cupos según el país de procedencia.

Los tests de QI, en sus diferentes modalidades y desarrollos, han seguido utilizándose abundantemente en procesos de selección de personal, pero también para demostrar la inferioridad intelectual de las más diversas categorías poblacionales (los negros, los judíos, las mujeres, los emigrantes).

Siguen teniendo un vergonzoso prestigio en psicología incluso en nuestros días, y son legión los estudiosos “imparciales” que demuestran una y otra vez las diferencias humanas o raciales gracias a esta herramienta.

En ejemplo de las utilidades racistas del QI mucho más allá del ámbito académico. MacArthur, gestor de la ocupación estadounidense de Japón, famoso por su endiosamiento y por su menosprecio hacia el Congreso que provocaron su destitución, a su vuelta declaró ante el Senado que los japoneses eran más confiables que los alemanes por su primitivismo y porque «juzgados por las pautas de la civilización moderna serían como un niño de doce años en comparación con nuestro desarrollo de cuarenta y cinco años».

J. Fontana (2011) Por el Bien del Imperio. Una Historia del Mundo Desde 1945. Pág. 166

Algunos hitos de esta historia son Arthur Jensen, que en 1969 demostraba que las diferencias de inteligencia entre blancos y negros son genéticas, iniciando una fuerte corriente política de rechazo a los gastos en educación para los negros y pobres en EEUU, o  Hans Eysenck que, en Gran Bretaña, se convirtió en parte de la campaña contra la inmigración de asiáticos y de negros por los mismos motivos.

  • Jensen, A.R. (1969) How Much Can We Boost IQ and Scholastic Achievement? Harvard Educational Review, 39, pp. 1-123
  • Eysenck, H.J. (1971) Race, Intelligence and Education, Temple Smith, Lonches (hay traducción: Eysenck, H.J. (1973) Raza, Inteligencia, Educación, Aura, Barcelona).
  • Eysenck, H.J. (1973) The Inequality of Man, Temple Smith, Londres. Hay traducción al castellano: Eysenck, H.J. (1987) La Desigualdad del hombre. Alinaza Editorial, Madrid.

En 1994 Richard Herrnstein y Charles Murray publican The Bell Curve, una reedición más de esta lacra pseudocientífica . «Demuestran» que en EEUU el cociente de inteligencia (IQ) heredado explica los logros, el estatus y los ingresos. De nuevo hay que leer que los negros son pobres porque son menos inteligentes que los blancos, y lindeces semejantes.

  • Murray, C., Hernstein, R. (1994), The Bell Curve, Free Press.

Pero también tenemos muestras en Europa. Richard Lynn es un famosísimo profesor británico, eugenista convencido, que todavía en 2008 sigue impactando con «The Global Bell Curve», una extensión de la perspectiva de Hersteyn y Murray al ámbito europeo. Ahora son los alemanes los que justifican su mejor situación socioeconómica por su mayor IQ comparado, por ejemplo, con los franceses (véase la muy completa entrada sobre Lynn en Wikipedia).

  • Richard Lynn (2008) The Global Bell Curve: Race, IQ, and Inequality Worldwide Washington Summit Publishers

Puede leerse una buena reseña crítica de este libro y lo que significa en:

El desmentido científico a tanta basura es constante y reiterado, ya desde los primeros tests de Yerkes. La burda manipulación de los conceptos, los métodos y los datos resultantes, ha sido puesta de manifiesto una y otra vez. De hecho la psicología contemporánea admite que la medición de la inteligancia mediante tests obliga a un análisis multifactorial de los resultados, porque se detectan distintos «vectores» medibles, y no uno único (¿te suena eso de la «inteligancia emocional»?). Sin éxito, los que quieren diferenciarnos en una única clasificación entre inferiores y superiores siguen a lo suyo. Hay demasiados prejuicios e intereses implicados. Recomiendo encarecidamente, al menos, leer estos dos libros, sumamente esclarecedores:

  • Gould, S.J. (1986), La falsa medida del hombre. Barcelona: Orbis. Muy Interesante nº 61.
  • Lewontin, R.C., Rose, S., Kamin, L.J. (1987), No está en los genes. Barcelona: Editorial Crítica.

Un ejemplo de la pervivencia de estas naturalizaciones de la desigualdad social (y de estas justificaciones «científicas» de políticas de población discriminatorias) puede encontrarse hoy en Alemania. Thilo Sarracin, en su día directivo del Bundesbank, provocó un escándalo por sus declaraciones xenófobas basadas en estos argumentos, y tras su cese ha hecho fortuna con un libro titulado «Alemania se destruye», del que ha vendido ya 1.200.000 ejemplares: le he dedicado el siguiente post: Thilo Sarrazin: otra vez la demografía racista.

Pistas para seguir este tema:

 


Música en ApdD: La Tierra Del Olvido | Playing For Change | Song Around The World

4 comentarios en “Coeficiente de inteligencia y eugenismo”

  1. Soy profesor de secundaria y alguna me he planteado si no habrá algunos rasgos morfológicos que puedan caracterizar a una persona con bajo nivel de inteligencia o con una capacidad de aprendizaje muy limitada. Me refiero a personas normales, no a personas con alguna enfermedad genética claramente visible. Todos hemos empleado en más de una ocasión esa frase de «tiene cara de tonto», o «tiene cara de listo». ¿No será eso porque haya ciertos rasgos medibles en la cara del individuo?, como por ejemplo, la distancia entre ojos, la altura de la frente o algo así. Alguien me ha hablado de la Frenología. Sospecho que estudiar este tipo de cuestiones es tema tabú. Espero sus comentarios, gracias.

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    1. Lo que sospechas es tan antiguo que ya tuvo su periodo de auge, a finales del siglo XIX. Y no sólo para la inteligencia. También se pretendía que el análisis de los rasgos faciales, craneales, incluso el tipo de constitución física completa, debían tener alguna utilidad para predecir otros rasgos y comportamientos, como las tendencias criminales (por cierto, eso era lo que interesaba a Lombroso). Si lees cualquiera de las historias de Sherlock Holmes encontrarás referencias frecuentes a estas teorías. En «Los miserables» Victor Hugo hace que el policía que persigue al protagonista también le atribuya rasgos morales o delictivos a partir de sus características físicas y faciales. A principios de siglo XX también se usaban técnicas similares en muchos países para hacer una primera criba de los inmigrantes; además del examen médico o ideológico, había «ojeadores» especializados en detectar indeseables en las filas de acceso (el ejemplo más famoso es la isla de Ellis y sus métodos de filtrado de inmigrantes en EEUU).
      Siento decepcionarte: todo es un cúmulo de prejuicios de las clases medias frente a las clases bajas de la época. No es que sea tabú hablar de estas cosas, es que no tienen ningún respaldo científico. La frenología es pura basura, al igual que la craneometría y tantas otras de estas corrientes. Y te puedes imaginar que no será por falta de esfuerzos para darles alguna credibilidad. Las policías de todo el mundo serían felices si sólo analizando el aspecto físico o facial de alguien pudiese determinarse algúna de sus características mentales o conductuales. Por el contrario, los prejuicios subyacentes a esta manera de pensar provocan graves errores e injusticias. Tengo un amigo de una familia de agricultores toledanos que se ríe del aspecto de rústicos que tienen él y sus hermanos. Aunque todos ellos estudiaron y acabaron viviendo en Madrid, siguen cuidando las fincas y casas del pueblo, y uno de ellos pasa allí todo el tiempo que puede. Si le ves en el pajar con el tractor, a medio afeitar y con la camiseta de tirantes, te entran ganas de dirigirte a él diciéndole «oiga, buen hombre», y hablarle despacito y gritando para que te entienda, porque ese destripaterrones de la España profunda tiene aspecto de tener pocas entendederas. Es físico nuclear, trabaja en el diseño de centrales nucleares y es una de las personas más inteligentes que conozco. Por cierto, no es la excepción en esa família; todos los hermanos hicieron carreras universitarias y alguno es un reputado científico. Nunca mejor que en este tema aquello de «las apariencias engañan».

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