Dependencia demográfica y recorte de las pensiones


El Gat Invisible, 9 de febrer de 2010

El principal argumento para justificar el recorte de los derechos de jubilación en España es un argumento demográfico: la relación «de dependencia», entre pensionistas y cotizantes. Como estamos inmersos en un sostenido proceso de envejecimiento demográfico, dicha relación empeora y de ahí se deduce que dentro de poco el sistema será inviable .

Este argumento empezó a utilizarse casi a la vez que se adquirió conciencia de que la modernización demográfica conllevaba pirámides con un peso creciente de las personas con más edad. Eso ocurrió a principios del siglo XX, así que acumulamos ya prácticamente un siglo de previsiones sobre el supuesto colapso del sistema. En este post ilustro hasta qué punto estas previsiones resultan desmentidas en España por la propia realidad.

(En la entrada Origen de la expresión «envejecimiento demográfico» puede comprobarse que hace más de ochenta años que estas alarmas se repiten en artículos publicados).

Las previsiones del colapso basadas en el factor demográfico fueron especialmente importantes en los años posteriores a la crisis del petróleo, y de nuevo durante la crisis de empleo de principios de los años noventa. En medio del ajuste radical, y con importantes presiones para la privatización de las pensiones, los «expertos» predijeron números rojos de la Seguridad Social de forma inminente. Sus errores fueron clamorosos, y en las fechas previstas, sólo una década después, el sistema no sólo no hacía aguas, sino que tenía los mayores superávits de toda su historia.

Nadie ha revisado los supuestos y los métodos de aquellas previsiones. Si se le pregunta a sus autores, lo más corriente es que argumenten que no se cumplieron porque impulsaron las reformas en los Pactos de Toledo y porque España pasó a tener una intensísima e imprevista inmigración que cambió la prevista relación demográfica entre las edades activas y las jubiladas. Por eso, ahora que estamos nuevamente ante una crisis económica y ante la necesidad de tomar medidas para superarla, las previsiones del colapso vuelven a la carga en la pluma de prácticamente los mismos expertos y con los  mismos argumentos, auténtico monumento a la perseverancia, inmune a todo desmentido por la realidad. Tarde o temprano ocurrirá lo previsto, aunque llevemos casi un siglo sin acertar el momento en que ocurrirá y sin analizar realmente las causas de esa falta de acierto. Las causas sempre se buscan en «coyunturas» convenientes pero pasajeras, y nunca en las propias características del cambio demográfico, económico y social.

Pero los Pactos de Toledo (1995) no son en realidad una causa de reducción del gasto en pensiones. Las posteriores prestaciones y derechos no se redujeron, sino que aumentaron, mientras el volumen de pensionistas no hacía más que aumentar, igual que lo hizo, y mucho, la cuantía media percibida. Si no se cumplieron las previsiones de números rojos para los primeros años del siglo XXI no fue porque se hiciesen «economías» gracias al miedo que generaron las expertas predicciones del colapso. Lo que se hizo fue separar las fuentes de financiación de otras prestaciones y, sobre todo, ingresar más, mucho más, cosa que no se había previsto por ninguno de los expertos predictores.

¿Cómo es posible que el sistema ingresase más, incluso por encima del enorme incremento del gasto? Queda la explicación de la inmigración, claro, el otro argumento «fuerte» de estos expertos para explicar por qué sus previsiones no se cumplieron a pesar de ser intachables. Es una explicación que, además, encaja y confirma la importancia de la relación de dependencia, aliviada gracias a la llegada de jóvenes desde otros países con una intensidad sin precedentes en un país que, de hecho, había sido tradicionalmente emigratorio hasta los años noventa.

Sin embargo, tampoco la inmigración es la explicación de que la Seguridad Social se mantuviese solvente a pesar del envejecimiento poblacional. La realidad que no se quiere admitir nunca es que no es cierto que la «degradación» de la relación de dependencia conduzca inexorablemente a la insostenibilidad del sistema. Para demostrarlo no hace falta un gran aparato teórico; basta con observar lo que ocurrió en el mundo real antes de las reformas y antes de que España se convirtiese en un país de inmigración.

Te propongo un pequeño ejercicio de simulación: trasladarte al año 1964, primer año de la Encuesta de Población Activa, imaginando desconocer por completo lo que ocurrió en años posteriores con las primeras cifras observadas en la encuesta. En lo que se refiere a la relación con la actividad laboral que los españoles tienen ese año, los datos son estos (proporciono la población total exacta, pero el resto expresado en millares de personas para simplificar los datos):

Estamos pues en 1964, con 32 millones de habitantes, de los cuales 19,7 millones tienen edad de trabajar, pero sólo 11,9 millones se declara dispuesto a hacerlo y, de ellos, son 11,6 millones los que efectivamente están trabajando. La relación, por tanto, entre los ocupados y el resto de la población es de 1,75 personas no ocupadas por cada persona que sí lo está.

Ahora viene el ejercicio de imaginación: supongamos que en ese momento se presenta ante nosotros un mago adivino, de fiabilidad demostrada. Siempre acierta sus predicciones y no hay duda de que también lo hará en este asunto. Le preguntamos cómo evolucionará la anterior distribución de la población en los próximos treinta años y nos responde los siguiente:

 

 

Relación con la actividad.  Población española, 1964-1994 (millares de personas)

(Traigo este gráfico aquí desde un post anterior: Relación con la actividad y relación de dependencia)

Bien, ahora ya sabemos que en los próximos 30 años la población crecerá en más de 7 millones de habitantes. Las personas que no tienen edad de trabajar no aumentarán mucho porque, el crecimiento de los más mayores se verá compensado por el descenso de las edades infantiles. La mayor parte del crecimiento se producirá, por tanto, entre los 16 y los 65 años, más de cinco millones más de personas en edad de trabajar. Todo parece esperanzador, hasta que nos fijamos en la relación con la actividad y la ocupación de estas edades: ¡crecen todas las categorías excepto la de los ocupados! ¡lo que más crece es el número de inactivos y parados! ¡Lo que nos está prediciendo nuestro adivino es que los siete millones de habitantes adicionales vivirán del trabajo y la riqueza que genere un número de ocupados que prácticamente no experimentará cambio alguno! Dentro de 30 años cada trabajador tendrá que mantener a 2,33 personas, en vez de 1,75.

¿Qué hacer? Aquí le toca el turno predictivo a los profundos analistas de las consecuencias de tal evolución demográfica. Fieles a modelos con más de medio siglo de solera, los alimentan con estos datos demográficos y el resultado es claro: un desastre. El país tendrá dificultades en todos los terrenos, será difícil hacer las inversiones públicas necesarias, mantener los sistemas de protección social o pagar las pensiones. Los ocupados se verán oprimidos por unos impuestos cada vez mayores, lo que reducirá su poder adquisitivo y la capacidad de consumo, deprimiendo la demanda interna y la actividad económica. Los organismos internacionales como la OCDE, el FMI o la propia Unión Europea recomendarán al Estado español hacer recortes de todo tipo, y los mercados financieros mirarán a nuestra deuda pública cada vez con más desconfianza. Nuestro adivino, además, sabe que en todos esos años no habrá un pacto político nacional sobre cómo tratar las pensiones, y que no habrá inmigración de jóvenes de otros países que venga a incrementar el número de ocupados.

Dejando a parte las medidas estatales, la estrategia individual más razonable parece ser meterlo todo en la maleta y huir del país.

Y aquí viene la gran paradoja de todo este asunto. Pasan los 30 años y todo lo que nos predijo nuestro adivino se ha cumplido. ¿También se han hecho realidad los pronósticos de los que predijeron las repercusiones? ¿En cuál de esos dos años se vivía mejor en España, había más riqueza, más infraestructuras, más universidades, más pensionistas, más ocio, más consumo, más inversión…? Quienes conocieron con pleno uso de razón la España de mediados de los sesenta y también la de mediados de los noventa sonreirán ante estas preguntas tan absurdas, porque este es uno de los países en los que mayor crecimiento económico y desarrollo social, cultural, tecnológico y productivo podría comprimirse en un periodo de sólo tres décadas. ¿Cómo es posible? (Insisto, aquí no pueden invocarse las reformas del Pacto de Toledo ni el masivo aporte de inmigrados en edad de trabajar, porque ninguna de ambas cosas había ocurrido todavía).

Antes de seguir predicando el retraso de la jubilación y otros recortes en los derechos de los mayores españoles, alguien debería explicar sus constantes fracasos predictivos, reiterados una y mil veces a lo largo de casi un siglo. ¿Cómo es posible que el deterioro de la relación de dependencia siempre haya ido acompañado de progreso y de riqueza crecientes, todo lo contrario de lo que se predice? Los modelos, en ciencia, se contrastan con la realidad en un constante movimiento de ida y vuelta, para irlos reajustando en función de los errores. En este caso no se ha modificado nada. Al final, insistiendo, se consigue audiencia en medios de comunicación ávidos de alarmas, y en políticos que necesitan contentar a los mercados financieros. Eso no es ciencia, sino manipulación, y probablemente lo que hará será agravar la actual crisis, no resolverla.

 

 

 

9 comentarios en “Dependencia demográfica y recorte de las pensiones”

  1. Hola julio, estoy de acuerdo con tu exposición del tema demográfico en relación con las pensiones, pero pienso que además se puede atender a más elementos como los es puestos en una publicación sindical que añado para ver si compartís los razonamientos: Lo primero que hay que señalar es que la manera en que se utiliza el concepto de alargamiento de la esperanza de vida es tramposa. La esperanza de vida es una variable que mide el tiempo de vida del conjunto de una población en un país y en un momento determinado (es una media).Siendo verdad, por ejemplo, que hoy la esperanza de vida es superior a la de hace 20 años, las razones fundamentales que explican el crecimiento de la esperanza de vida son dos: el descenso de la baja mortalidad infantil y la de los grupos de edades más jóvenes. Que exista mayor expectativa de vida no significa que todos y todas vamos a vivir 4 años más, sino, entre otras causas que ha decrecido radicalmente las muertes en la infancia y en la juventud sobre épocas pasadas. Además de lo anterior debe tenerse en cuenta otro par de consideraciones: 1) Que la esperanza de vida está muy ligada a la clase social a la que se pertenece. Un profesor universitario puede tener una expectativa de vida 10 años superior a la de una limpiadora de la universidad o a un trabajador de la construcción. 2) La continuidad e incluso el crecimiento del flujo de gente inmigrante, con menor esperanza de vida, puede provocar en el futuro una disminución o contención de la esperanza de vida. Pero más allá incluso de los contra-argumentos que se han señalado, hay que poner en su lugar la falta de credibilidad de las predicciones demográficas a más de 10 años. Hacer predicciones de este tipo a 20, 30 o hasta 50 años, como se vienen haciendo, no tiene el más mínimo rigor científico. Basta con echar un vistazo a los estudios catastrofistas que hicieron bancos y aseguradoras en los años 80 y 90 del siglo pasado sobre el impacto demográfico descendente que iba a llevar a la ruina de nuestro sistema de pensiones no más tarde de 2010 ó 2020. Igual que entonces no se tuvo en consideración el impacto de variables claves, como la aportación de la inmigración o del acceso masivo de las mujeres al empleo asalariado, de cara al futuro puede ocurrir lo mismo.

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  2. Está bien planteado el argumento, Julio. Las previsones pueden fallar si sus presupuestos no se cumplen.

    Creo que el aumento de la productividad entre los años sesenta y noventa, que solucionó entre otras cosas el problema que se preveía en aquel momento para el sistema de pensiones, se debe en gran parte a la modernización del país que hizo posible la transición a la democracia. Es cierto que no la previeron los economistas de antaño.

    Pero, ¿de dónde va a salir esta vez un impulso económico de semejante envergadura para salvar el sistema? La productividad española está estancada ya desde hace unos quince años, y no sé ve que ninguno de los actores políticos tenga una idea de cómo cambiar esto. Por lo tanto me parece un tanto optimísta pensar que las predicciones de los expertos van a fallar esta vez solo porque lo hicieron la última.

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    1. ¡Por fin parece que he convencido a alguien de que, si existe un problema, no es demográfico! En lo que se refiere a tu pregunta, y antes de darte mi opinión, tengo que hacer notar que el impulso económico «de semejante envergadura» no sirvió para «salvar el sistema» (esa es la expresión que usas), sino para impulsarlo como un cohete mucho más allá del mero «salvamento». En definitiva no había que salvar el sistema de nada, porque no sólo no estuvo nunca en peligro, sino que prosperó a ritmos sin precedentes. Y esta es la historia desde que tenemos envejecimiento poblacional, y no sólo en esas tres décadas. El ritmo de incremento de la productividad no tiene por qué ser muy elevado para que compense el envejecimiento poblacional, y el estancamiento al que te refieres sólo hace alusión a la productividad «oficialmente medida», que no incluye indicadores sobre las mejoras en infraestructuras, la rapidez con que se transmite la información y mejora la coordinación entre personas gracias a las redes sociales en la web 2.0, o la creciente mejora en los recursos manejados por las familias en el cuidado informal y doméstico a las personas con problemas de salud (¡por favor! ¡si la contabilidad nacional ni siquiera considera posible la «producción de salud» en los hogares, porque por definición en los hogares sólo puede «consumirse» bienes y servicios sanitarios!). Por supuesto, si el progreso se detiene los próximos treinta años, el sistema tendrá problemas,¡ pero ese será el menor de nuestros problemas!
      En definitiva, me reafirmo en que quienes predicen futuros problemas demográficos tienen la obligación de dar explicaciones es sus fracasos predictivos desde hace más de 80 años. Y voy más allá, porque mi convicción es que la evolución demográfica no es sólo una cuestión de balances entre edades, sino de cambios en los perfiles generacionales en asuntos como supervivencia, formación de familia, relaciones de pareja y de género, cuidado de los hijos, vida laboral, nivel educativo.
      En definitiva, el cambio demográfico no sólo modifica la pirámide, sino muchas otras características de la población que los economistas ignoran sistemáticamente desde la economía clásica hasta nuestros días, pero que contribuyen enormemente a explicar por qué existe una cosa llamada «progreso». La evolución demográfica, lejos de ser un problema, es buena parte de la explicación de ese progreso. En cambio sí son un problema las predicciones de colapso demográfico del sistema de pensiones, porque son esas predicciones las que «convencen» a los mercados de la necesidad de «recortes». Esa convicción se traduce en presiones sobre el precio de la emisión de deuda, y esas presiones «obligan» a dar confianza a los mercados haciendo recortes efectivos. Finalmente lo que pone en peligro al sistema es su constante erosión «para salvarlo». La paradoja es que buena parte del discurso «de salvación» lo ponen en marcha quienes están más interesados en una transición a otro sistema basado en fondos privados, como si esos fuesen seguros, no se viesen afectados por la demografía y no necesitasen salvación alguna.
      Jonas, gracias por tu comentario, y espero recibir muchos más. Un abrazo

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      1. Bueno, yo sí pienso que hay un problema demográfico, aunque es verdad que es coyuntural y puede que haya una solución economica más alla del mero recorte.

        No entiendo como la web 2.0 da una ventaja en cuanto a productividad a las empresas españolas, que en los mercados internacionales compiten con empresas de otros países donde también existe internet. Tal vez la red actual de carreteras sí dan una ventaja al país, ya que han salido gratis gracias a los fondos europeos, pero dudo que esta ventaja dure hasta dentro de veinte años.

        De todas formas, parece que sí estás de acuerdo con los expertos en que las personas «mayores» del futuro van a estar en mejores condiciones para seguir trabajando, ¿verdad? ¿O no entra esto en los llamados «cambios en los perfiles generacionales en asuntos como […] vida laboral»?

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      2. ¡Así me gusta! ¡que haya debate! De todos modos, no quiero ser yo quien ande contestando cada vez, así que ya seguiremos personalmente con una cañita de por medio. Lo deseable sería que los cruces de argumentos fuesen con alguien más. Por no dejar sin respuesta el último comentario, 1) no creo que la evolución que nos lleva al envejecimiento demográfico sea coyuntural; es el resultado de un proceso de más de un siglo, es estupenda, y no tiene vuelta atrás. 2) no he hablado de ventajas competitivas respecto a otros; el progreso no se reduce a sacar ventajas a otros, y es perfectamente posible conseguirlo «junto» a los otros (las redes sociales son un ejemplo excelente), y 3) no cuestiono si los mayores podrán o no trabajar, mejor o peor, de pie o sentados, sanos o enfermos, sino la necesidad y conveniencia de que lo hagan; por un lado se habla de falta de cotizantes y por el otro ¡tenemos cuatro millones y medio de parados! Aunque sea posible ¿hace falta el trabajo de los mayores en estas circunstancias? ¿En qué manera ayuda a crear nuevos puestos de trabajo y reducir el paro? ¿qué ventajas tiene dar el trabajo a una persona de 66 años y mantener con el subsidio a una de 35?
        Lo dicho, nos tomamos esa caña.

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  3. 46,142,455 pobl total aprox
    18546000 pobl ocupada
    27,596,455 pobl no ocupada
    1.488000377 índice no ocupado/ocupado

    Con los cálculos anteriores me arroja que el índice de dependencia de no ocupados vs ocupados ha bajado a 1,5!!! ¿qué habrá sucedido?

    Gracias,

    Andrés Salazar

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    1. ¡Esto son colaboradores! ¡Tienes razón!

      En efecto, después de 1994 la relación incluso mejoró, porque llegaron a la jubilación generaciones de poco volumen, las nacidas en torno a la guerra civil, y también recibimos inmigración con una intensidad que deja en ridículo incluso la de EEUU. En otras palabras, la coyuntura fue favorable. Por eso he limitado mi análisis a los 30 años anteriores a 1995, para que nadie pueda decir que el sistema se mantuvo y prosperó por las causas que se añadieron después.
      Lo que yo quiero es que se explique por qué entre 1964 y 1994 prosperó el sistema de pensiones, y de modo extraordinario, como de hecho lo hizo el país en su conjunto (dicho sea de paso, los años 80 y 90 son probablemente los de envejecimiento demográfico más acelerado en toda nuestra historia). Lo quiero porque quizá ahí sí encontraríamos las claves para salir de este bache.
      No es tan misterioso, como demuestra el anterior comentario, tan acertado, de Sebastià sobre la productividad. A nadie se le escapa que la clave es reducir el paro y mejorar los perfiles ocupacionales de los que trabajan. Eso se consigue con algo bien conocido y muy antiguo ya, que es el esfuerzo, el progreso, la inversión, la mejora técnica y organizativa, la sustitución de sectores obsoletos por otros innovadores y de mayor valor añadido…). En vez de eso lo que se está haciendo es recortar, recortar y recortar (la financiación, el crédito, la inversión, la ayuda a la investigación, ¡¡y las pensiones!!). Lo repetiré todas las veces que pueda: el problema hoy es el paro, son los ingresos del sistema, no el gasto, y el recorte de las pensiones, especialmente el que hay tras el retraso de la jubilación, sólo crea más parados, no más ocupados.

      Andrés, muchas gracias por tu contribución, que espero repitas siempre que puedas.

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  4. Julio, felicidades por la explicación tan clara que ofreces de la evolución que ha seguido la estructura de la población en los últimos años y como eso no ha desembocado en la bancarrota del país.

    No se quiere aceptar que el problema es de productividad por hora trabajada, y eso no sólo depende de la cuantía de los salarios, sino del valor añadido que son capaces de generar nuestras empresas.

    Por otro lado, si el problema fuera estrictamente demográfico. La solución no pasaría por ir recortando las pensiones cada diez años, sino por facilitar el aumento de las tasas de fecundidad hasta alcanzar, al menos, la tasa mínima de reproducción.

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